INTRODUCCIÓN


La familia del joven John Moses se dedicaba a la fabricación de armas de fuego, ya que su padre era armero y ya había sido responsable de una serie de innovaciones en el campo. Cuando era niño, pasaba el tiempo en el taller de su padre y conocía el nombre de todas las partes de la pistola incluso antes de empezar a leer.

 En pleno siglo XIX, la niñez de John Moses Browning estuvo llena de anécdotas, todas ellas con un punto en común: con algunos años de antelación, todo apuntaba a que se convertiría en un genial inventor, conocido en el ámbito internacional.

 A los 23 años, John Moses registró su primera patente relativa al rifle de disparo único J.M. Browning (denominación original: J.M. Browning Single Shot Rifle). Esta invención se caracterizaba por la simplificación del mecanismo de percusión, lo que lo convertía en más duradero y fiable.

 Justo antes de su muerte, su padre le traspasó el negocio al joven Browning quien, junto con su hermano Matt, a pesar de tener apenas mil dólares en el banco y ninguna experiencia en la operación de las máquinas-herramienta, transformaron el humilde establecimiento en un pequeño taller de fabricación de pistolas en el que dio trabajo a siete personas. Desde el principio, la ubicación remota del taller, la falta de clientela y la falta de capital parecían dificultar la supervivencia del negocio. Sin embargo, la suerte intervino para dar a conocer al inventor.

Con los años, Browning otorgó licencias a varios fabricantes para varias de sus invenciones y armas de fuego. No sería exagerado decir que lo inventó todo en el campo de las armas de fuego. Y es más, cabría observar que la gran mayoría de sus innovaciones tecnológicas no se han mejorado ni sustituido desde principios del siglo XX, lo indica claramente el nivel de perfección alcanzado.

 En 1897, otro director con olfato para los negocios, esta vez perteneciente a la Fabrique Nationale de Herstal (Bélgica) se dio cuenta de que la pistola Browning 7.65 incorporaba un novedoso mecanismo de bloqueo. La FN obtuvo la licencia de fabricación, lo que marcó el inicio de un período ininterrumpido de colaboración entre el inventor del Gran Lago Salado y la fábrica situada en la rivera del río Meuse.

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